Fragmentos de un diario (Inventario)
- David Lane
- 9 nov 2021
- 3 Min. de lectura
‘Nuestra vida no es sino la evolución en torno a unos cuantos objetos’-Ribeyro-. La historia humana puede entenderse, con Marx, como el trato- Umgang- de los individuos y sus relaciones sociales con los objetos producidos por esos mismos individuos. ‘Ese mundo habitable de objetos- J.B. Fuentes-es el endoesqueleto del hombre’. Es fácil convertir una realidad social en un objeto- fetichismo-. Es la experiencia cotidiana y su descubrimiento, el triunfo del Marx analítico. Lo difícil- y aún no realizado- es revertir el proceso, es decir, convertir el objeto en una realidad social sensible, humanizada. Es el fracaso del Marx ‘utópico’.
La pereza es el único pecado que existe sensu stricto, la única disposición humana que no exige la invocación del texto de la moral, de la ética, de la filosofía o de la religión para obtener de inmediato una condena unánime; el hombre más pérfido de la tierra deja de serlo cuando hay en su maldad una obstinación diabólica, un cuidado respetable en su actividad propia; podemos fracasar a causa de la mala suerte, de la desgracia, de la falta de habilidades innatas, pero la pereza no es disculpable, ni siquiera allí cuando surge como consecuencia de otras afecciones patológicas como la melancolía. Por la pereza elegimos el camino fácil, recurriendo a la opinión banal, a la exégesis insuficiente, a la lectura descuidada. Pero la pereza no es asunto solo de los que no quieren trabajar, de los desempleados o los ociosos; también hay una pereza del conocimiento, que se revela a través de la tentación de la iluminación, del acceso directo a la sabiduría que nos promete suprimir los pasos intermedios, áridos y demasiado mundanos del razonamiento para alcanzar un estado de gracia disponible para los elegidos. La experiencia extática se convierte en experiencia estética a través de la pereza del poeta; es la pretendida traducción de los estados superiores del conocimiento mediante su articulación sensible. El poeta cree con ello poder saltar por encima del argumento, así como el místico o el religioso creen hacerlo a través del contacto con la sabiduría divina o la fe. Finalmente, el camino que nadie quiere, el camino que se deshecha por fatigoso, poco productivo y demasiado mundano, es el trabajo del concepto. Un trabajo que no promete nada, defrauda en grandes cantidades y que cada vez tiene menos seguidores. Entre estos no estarán, sin duda alguna, aquellos que cultivan la pereza.
Vísperas- Paseo nocturno a lo largo de calles silenciosas como cadáveres, en el cuerpo desolado de este pueblo en el que vivo. De pronto la intuición de la muerte, del término de un camino o de una vida, de estar atrapado en el interior de un ataúd. A veces minamos nuestras posibilidades, quizás estimulados por designios oscuros, sellamos las ventanas y nos revolcamos, como un animal ciego que no quisiera comprender, en el lodo de nuestra miseria producida. Ha de haber una razón suficiente para cualquier cosa, pensaba Leibniz; incluso en los meandros asimétricos que llevan a estas aguas negras, en estas decisiones incomprensibles y en este trazo errático e inmundo en que consiste la vida propia de algunos de nosotros, debe existir también aquel principio, disfrazado como diablo colorido en medio de la multitud del carnaval.
Siempre hay un fracaso en la confesión de aquel que dijo que hizo lo que pudo; hay algo que no nos permite conformarnos con ello, porque sospechamos que tal satisfacción no es fiel a la verdad- y sin embargo, todo parangón es vano: igualados con la geometría de las estrellas, cada esfuerzo mundano se revela tarea malograda y en el peor de los casos acto inútil.
Existe una hora terrible donde también toda palabra, todo conocimiento y toda acción no bastan siquiera como consuelo o medicina; mas la mejor palabra, el mejor conocimiento y la mejor acción no existen sino por la pretensión de hacer callar a la hora terrible alguna vez.
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